La puerta se abrió despacio. Hizo un leve ruido, sin embargo. En las sombras del cuarto Sabrina escribía sus conjuros en forma de recetas. Anotaba en papelitos su artilugios.
Me intuyó a su lado.
Generalmente, cuando ocurría este tipo de eventos, el que la descubría terminaba convertido en algún mueble viejo.
Pero esta vez no pudo hacer nada.
Los que están enamorados al pedo engañan a las brujas y magas y se quedan quietitos.
Como si fueran un velador viejo, un pizarrón o un chifonier.
Cuando Sabrina se duerme recostada sobre sus apuntes, aprovecho y le robo un par de trucos.
Aún no me he animado a usarlos, pero quien te dice.
septiembre 15, 2008
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