septiembre 15, 2008

Sabrina

La puerta se abrió despacio. Hizo un leve ruido, sin embargo. En las sombras del cuarto Sabrina escribía sus conjuros en forma de recetas. Anotaba en papelitos su artilugios.
Me intuyó a su lado.
Generalmente, cuando ocurría este tipo de eventos, el que la descubría terminaba convertido en algún mueble viejo.
Pero esta vez no pudo hacer nada.
Los que están enamorados al pedo engañan a las brujas y magas y se quedan quietitos.
Como si fueran un velador viejo, un pizarrón o un chifonier.
Cuando Sabrina se duerme recostada sobre sus apuntes, aprovecho y le robo un par de trucos.
Aún no me he animado a usarlos, pero quien te dice.